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3.7.07

ANTICIPO PRO

Palabras de Luciana Peker, una de las periodistas despedidas de radio de la ciudad
Yo soy una periodista de palabra. Quiero decir que sí, que tengo palabra (aún para reconocer las no palabras o las seguras ambivalencias y los temerosos vaivenes) pero que además escribo palabras y nombro palabras.
Creo que las palabras tienen un oficio al escribirse y otro al decirse.
Creo, respeto y valoro cada oficio y cada orfebrería de la voz y de las letras. Respeto tanto la radio –y la quiero- que nunca en estos cinco años de trabajar en Radio de la Ciudad escribí las palabras que iba a decir.
Siempre construí las palabras en el mismo aire de equilibrista que la radio otorga en espontaneidad y diálogo y quita en red de los suspiros.
Creo en la palabra radial, creo en el aire. Pero, esta vez, esta vez que amenaza con ser la última vez, necesité escribirlas.
Sólo para que no se escapen, no se escondan, no se escabullan.
Sólo porque no sólo tengo palabra sino que creo en las palabras.
De eso se trata este oficio, que a veces parece de estrellas y a veces parece estrellado por la flexibilización laboral: el periodismo.
Pero yo no soy sólo periodista. Soy una mujer periodista que decidió iniciar un camino de contar a través de palabras las desigualdades profundas que viven mujeres y varones por su condición de varones y mujeres. A veces esa diferencia es la muerte y a veces esa diferencia es lavar los platos cuando la casa duerme.
Creo –y esta misma despedida me lo reafirma- que las desigualdades existen, subsisten y a veces –a veces puede ser más ahora que antes- se reproducen.
Creo, de verdad, que en diferentes tonos, formatos o discursos es importante que haya no sólo mujeres, sino otras voces de mujeres que reproduzcan noticias con otra mirada, con otra voz, con otra información.
Creo haberlo intentado, en la trasnoche, la madrugada, la mañana, el mediodía y la tarde –vaya si habré pasado y paseado por la AM1110- con más y menos logros, con más y menos discordias o acuerdos, con más y menos matices. Pero es necesario hablar de porque en Jujuy ser violada es ser condenada, porque no se escucha a los chicos abusados, porque hay que hablar de educación sexual, porque las mujeres se mueren por eso que sabemos todos pero que nadie nombra, porque nadie dice que las mujeres de Santiago tienen derecho a tener hijos y no a convertirse en máquinas de producirlos, porque las mujeres explotadas sexualmente son las nuevas desaparecidas del Siglo XXI y también de los temas menores que se vuelven mayores.
¿Por qué los medios no hablan de la publicidad ilegal de Danonino o de la huelga en Farmacity? Porque la libertad de empresa no es libre. La radio pública, en cambio, me dio la libertad de las palabras. Creo que esa libertad debe estar en las radios públicas y creo –y lo cree la constitución de la ciudad- que las palabras tienen que construir una sociedad donde las mujeres y varones seamos más libres de prejuicios y más protegidos en nuestros derechos.Creo en las palabras.Cuando entré a esta radio Benito, mi hijo, no tenía dos años. Empezaba a inventar su lenguaje. Hoy inventa canciones, piensa, escucha, usa las palabras. Rapea por decir que grita, canta, saca lo que piensa.
En medio de esta radio, con la panza en el aire, nació Uma y también tomo la teta a su primer mes. Al aire. Ahora Uma, de un año y medio, ya dice mamá, papá, tía, coca –bueno, los chicos también deschavan los vicios con sus palabras- batata y globo. Y cada día dice una palabra nueva.
No quiero irme de esta radio.
Pero, mucho menos, quiero irme sin desearle a Uma y Benito que se adueñen de las palabras, que las escriban, las aprendan, las griten, las dibujen, las cambien y las reagrupen. Que hagan suyas las palabras.
No quiero irme de esta radio.
Pero, mucho menos, quiero irme sin agradecer a esta radio, y, muy especialmente, a Liliana Daunes, a Barbara Ramirez Araujo, a Adriana Schottlender, Diana Tarnofky, a Silvia Grasso, a Romina Rufatto, a Mariela Velardez , a Gimena García Blanco, a Claudia Korol, a Pablo, Pablito, en la recepción, a Mercedes Laguna, a Franco Rinaldi, a Mario Wainfeld, a Patricio Perazzo, a Marta Dillon, y a todo el personal, a los laburantes de la radio y, también, muy especialmente, a Leandro Lacamera.
No quiero irme de esta radio.
Pero, mucho menos, quiero irme sin agradecerle a los y las oyentes haberme escuchado.
No quiero irme de esta radio.
Pero, mucho menos, quiero irme descreída de las palabras.
Que las palabras sigan, sirvan y subsistan.
Que las palabras duelan cuando se silencian.
Que las palabras de tanto decir shhhhh hagan chistidos.
Que las palabras sigan, para que sigan los caminos.
Ahí estaremos, escribiendo o diciendo, que a veces, sólo a veces, son lo mismo.

Luciana Peker

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